Continuando con la cita anterior de Aristóteles, podemos leer ésta de Espinoza:

[…] no es extraño que la tristeza siga, en general, a todos los actos que usualmente se llaman «malos», y la alegría a los que son llamados «buenos». Pues […] se entiende con facilidad que ello depende más que nada de la educación. Efectivamente, los padres, desaprobando los primeros y reprochándoselos a menudo a sus hijos, y, por contra, alabando los segundos y aconsejándoselos, consiguen que asocien sentimientos de alegría a los unos y de tristeza a los otros. […] Así pues, según ha sido educado cada cual, se arrepiente o se gloría de una acción.

Espinoza, Ética, libro III, Definición XXVII de los afectos.

Baruch Espinoza (1632-1677), Holanda.
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