Senderismo al Yelmo, en la Pedriza

Senderismo al Yelmo, en la PedrizaEl pasado 14 de abril, festividad del Viernes Santo, realizamos una excursión por La Pedriza con un variado grupo de clientes: desde un niño de 11 años, en su bautismo de senderismo, a María, de 65 (algo más curtida en estas lides).

El día comenzó de manera un tanto extraña, pues pensábamos que el chaval se había puesto enfermo; afortunadamente sólo fue un mareo producto del viaje en coche.

Los que han subido al Yelmo saben que la ascensión comienza nada más bajar del vehículo, así que rápidamente rompimos a sudar y a quitarnos la ropa de abrigo.

La primera parada la hicimos en el primer vivac, las siguientes las fuimos realizando a medida que fueron necesarias, pues un grupo de estas características necesita de un avance lento e intermitente, algo que viene bien para realizar reportajes fotográficos de las increíbles formaciones rocosas por las que pasábamos, como La Iguana que aparece en las fotos.

Cuando el chico terminó de reponerse se puso al frente de la expedición y hubo momentos en los que había que retenerle. María también subía bastante bien, aligual que el resto del equipo (Eva, las dos Gemas y Felipe).

Senderismo al Yelmo, en la PedrizaSeguimos subiendo al tran-tran y llegamos hasta la Gran Cañada, de cuya fuente brotaba abundante agua. Y así, poco a poco llegamos hasta la Predera del Yelmo. Eran las 13:00 , habíamos tardado 4 horas en subir.

Comimos un poco y todos, salvo María, emprendimos la subida a la mole granítica. En la entrada de la Chimenea había atasco, así que tuvimos que esperar unos 10 minutos. Tras un breve intento de entrar en la grieta, Eva y su hijo decidieron quedarse y esperar al resto del grupo. Las dos Gemas, Felipe y el Caminante se adentraron en la fisura y la superaron sin problemas. Después, en la cima, nos deleitamos con las vistas, nos hicimos las fotos de rigor y emprendimos el camino de vuelta, pues había compañeros esperando nuestro regreso.

Volvimos a la Pradera, después de 2 horas, donde nos esperaba una aburrida María. Aunque el camino de vuelta estaba previsto por la circular, decidimos hacerla por el mismo camino, ya que era más corto.

Acabamos la excursión a las 19:00, tras diez horas en el monte.  A María le costó más bajar que subir y, aunque se quejaba mucho, reconocía que era todo un reto para ella. También le costó bastante a Eva, pero reconoció que valió la pena. Su hijo, entusiasmado, quería repetir (otro día, claro está). Esta es la filosofía del Caminante y su Sombra: explorar nuestros límites, saber de lo que somos capaces de hacer con paciencia y perseverancia.

Con esta «perla de sabiduría» y unas fotos, nos despedimos hasta la próxima.

Comparte: