Distancia: 24 km.
Desnivel: 1500 m. de subida y 1500 de bajada.
Tiempo con paradas 11 h. 45 min.
Dificultad: Técnica y físicamente exigente.

MIDE-GredosIntegral

Descargar track: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10310966#lb-download


Nueva edición de la ruta familiar que todos los años en el verano realizamos a las cumbres de Gredos. Hace dos años recorrimos la mitad, desde el Almanzor hacia la Galana, el Gargantón, etc. (http://diario1caminante.blogspot.com/2013/08/gredos-almanzor-la-galana-16-08-2013.html), y nos quedamos con ganas de realizarla entera.

Este año, además, contamos con la presencia del hombre más duro que jamás nos hayamos encontrado: Javier, un amiguete de la juventud, corredor de larga distancia (runner, que se dice ahora), que no come, no bebe, no pesa… Por eso no le obligamos (mucho) a comer y a beber, porque de tener que llevarle a cuestas nos iba a costar poco. Al final casi nos tiene que llevar él a los dos, a mi hermano y a mí.

Tras hora y media de conducir por el Valle del Tiétar, llegamos a la Plataforma de Gredos a las 7:15 de la mañana e inmediatamente nos pusimos a andar. Comenzamos subiendo por la calzada empedrada hasta el Llano Barbellido, donde se enlaza bien con el Camino de la Laguna, bien con el camino que lleva a las ruinas del Refugio del Rey y al Morezón. Nos desviamos por este último. El sol comenzó a alumbrarnos y nos pareció que iba a ser un día largo y caluroso. Largo fue, pero caluroso no tanto, una suave brisa nos acompañó toda la jornada. Para no quemarnos antes de tiempo decidimos evitar la subida al Cerro de la Cagarruta, bordeándolo por el norte.

Cogimos con ganas la subida al Morezón y a las 8:50 nos plantamos en su cumbre, 2389 m.s.n.m. Desde allí, tan alto, la Laguna Grande parecía… ¿Pequeña? Bueno, nos parecía un poco seca. Aunque luego vimos que no lo estaba tanto. Estuvimos un ratito allí y continuamos la ruta siguiendo los hitos hacia el sur.


(Pinchad en las fotos para verlas en grande)

Inmediatamente se empieza a descender hacia la Portilla del Morezón. Aquí hay que tener un poco de cuidado porque de seguir la senda hacia la derecha, hacia dentro del circo, nos encontraremos con un destrepe bastante expuesto; todo parece indicar que ése es el camino, ya que vemos los hitos más abajo. Sin embargo es posible dar la vuelta por la izquierda y bajar por una zona más segura. Después sin problemas hasta la Portilla (9:10 h.).

Bordeamos la cumbre del Risco de las Hoyuelas por su cara sur y pasamos a la portilla del mismo nombre. En esta zona los materiales geológicos están bastante metamorfizados, cuarcitas, sobre todo, aunque lo que más abunda es, como en todo Gredos, el granito, de origen plutónico: generado no en Plutón, sino en el interior de la Tierra; y es que Plutón era el dios romano del inframundo, poblado por sombras (las almas de los muertos), que tampoco hay que confundir con el infierno cristiano. Pero volvamos a la superficie terrenal, a esos riscos donde tres vivos e intrépidos montañeros buscaban liberarse del inframundo real, ése del trabajo, la política, las noticias…

Una vez en la Portilla de las Hoyuelas (9:25 h.) decidimos realizar una parada para tomar un tentempié (un plátano, unos frutos secos…) y para que Javi tomara agua. Un cuarto de hora estuvimos admirando el Circo desde las alturas, recorriendo con la mirada los riscos que habríamos de recorrer con las piernas a lo largo de la jornada y otros a lo largo de los años, cuando volvamos nuevamente.

Bordeamos La Campana y el siguiente hito sería el Risco de la Ventana, ese mítico puente de roca que desde nuestra infancia, cuando nuestros padres nos traían de picnic a la Laguna, soñábamos alcanzar. Sí, sí, de picnic veníamos, nada de mochilas ergonómicas ni bastones telescópicos. Nuestros padres venían cargados con bolsas de plástico y neveras portátiles, mientras que nosotros saltábamos de piedra en piedra escuchando allá abajo, en el camino, el típico grito de las madres «¡Como te caigas te mato!». Los que acababan «mataos» eran ellos, por supuesto, aunque al cabo del día también nosotros nos quedábamos suaves. Y treinta y tantos años después aquí estamos, subiendo hacia la Ventana… ¿Por qué hemos tardado tanto? No lo sé; las montañas siempre estarán ahí, a escala humana y si no encuentran minerales preciosos, claro; siempre encontraremos algún momento para subir…

Llegamos a las 9:50 y desde ahí observamos lo que desde abajo parecía un auténtico puente y que, sin embargo, son dos rocas encajadas de manera imposible entre dos torres. Daba un poco miedo meterse debajo, pero si habían aguantado al menos 30 años… Está claro que esas rocas cayeron desde las torres adyacentes; la pregunta es cuándo: ¿en tiempos históricos? ¿prehistóricos? ¿Acaso no había aparecido el hombre sobre la tierra?

Nos hicimos esas fotos y continuamos el camino hacia los Tres Hermanitos, aunque no subimos hasta ellos. Justo antes de la Lancha de los Hermanitos nos encontramos a una pareja que venía de frente y con la que estuvimos un rato hablando; así nos enteramos de que al día siguiente tocarían Mark Knopfler y Fito en Hoyos del Espino. Ya sabíamos que iba a haber conciertos porque al pasar con el coche vimos todo el tinglado montado, pero no sabíamos quién tocaría. Y llegamos a la temida lancha, que sólo habíamos visto en fotos. Resultó no ser para tanto: la grieta pegada a la pared permite descender casi erguido. Hicimos unos vídeos mientras bajábamos (esperando no tener que mandarlos a ningún programa de golpes y caídas) y continuamos el camino hacia El Perro que Fuma y el Casquerazo.

A éste último no subimos porque no vimos hitos y no sabíamos como estaría la bajada por el otro lado, de modo que tuvimos que descender un poco para atacar la Portilla de los Machos, donde llegamos a las 10:50 y donde vimos al tercer humano de la jornada (sí, porque cabras ya habíamos visto algunas). Era un señor que se dirigía hacia el Casquerazo; estuvimos un rato hablando con él mientras observábamos con los prismáticos a un trío de buitres posados sobre uno de los riscos del Cuchillar de las Navajas. Lamentábamos tener que pasar por allí, pues probablemente les ahuyentaríamos. La conversación con el buen hombre se centró sobre todo en cómo estaría el Cuchillar para atravesarlo; él nunca lo había hecho; nosotros tampoco. Y el concepto de «cuchillar» no parecía augurar nada fácil. Al final de la jornada nos volveríamos a encontrar con él, en el quiosco de la Plataforma.

Sin embargo, tampoco fue excesivamente difícil: David fue por las rocas de arriba, que le parecía más fácil; Javier, que lo veía innecesario, y yo pasamos unos metros más abajo, siguiendo hitos, aunque algunas veces se perdían (o los perdíamos). De los buitres, por cierto, no volvimos a saber. Lo curioso del asunto es que no recuerdo haber pasado por el Paso del Sagrao; según algunas rutas y crónicas que he visto se puede evitar subiendo hacia el pico. Nosotros nos encontramos con una cornisa bastante peliaguda pero que podía bordearse por la izquierda, sin subir demasiado, había hitos, así que no creo que fuera ésa.

Llegamos por fin a la Portilla Bermeja (12:00 h) y desde allí atacamos la Peña del Esvilrradero, que no terminamos de subir porque lo que nos interesaba era bordearla por el oeste para acceder a la Portilla del Crampón (12:25 h), y desde ésta acceder al mítico Pico Almanzor (2592 m.), unos 10 minutos más tarde, superando sin problemas el Diedro (grado II+). No estuvimos mucho tiempo arriba, lo justo para tirarnos unas fotos, tirárselas a otros dos chavales, admirar el paisaje circundante y hala, dejar sitio para los siguientes. Lo cierto es que al ser viernes tampoco había mucha gente, pero la suficiente para amontonarse. Descendimos el diedro casi con la misma alegría con la que habíamos subido, eso sí, utilizando la poco elegante técnica de sentar el culo (qué le vamos a hacer, no somos puristas).

Continuamos hacia la Portilla de los Cobardes, pero al igual que hace dos años, no bajamos por ella, sino que seguimos por el Cuchillar de Ballesteros. Llegado un momento, sin embargo, hay un destrepe un tanto dificultoso por la cara oeste. Javier no quiso arriesgarse y decidió seguir los hitos de la cara este, que bajaban unos metros alejándose de los riscos. Seguimos más o menos la curva de nivel hasta el Collado del Venteadero desde donde se inicia la subida a la Galana.

Llegamos a la Brecha a las 13:50, superamos la primera trepada, pero no pudimos con la segunda por la vía normal y terminamos subiendo por la derecha, por una vía más expuesta, pero menos técnica. Tras derrochar adrenalina por las orejas Javier decidió no progresar; era la tercera vez que se enfrentaba a la Galana y sufría la tercera derrota… Bueno, lo de derrota es un decir, claro, pues lo que importa es volver sano y salvo y no dar un mal paso debido a los nervios. David y yo continuamos hasta la cumbre superando la cornisa oeste sin problemas. Eran las 14:00 de la tarde y el hambre apretaba ya.

La bajada de la Galana teníamos que hacerla por la vía normal y ahí es donde yo tuve más problemas para descender el segundo tramo; pero nada que no pudiera solucionarse con tiempo y agarraderas. Eso sí, al final del día no podía mover los brazos. Continuamos el camino bajando por la brecha hacia la Laguna del Gutre, aunque no llegaríamos tan abajo. Pero a medio camino vimos unas estupendas piedras con respaldo y sombra ideales para comer. Sacamos las viandas típicas de estos eventos: pan, queso, embutidos, fruta y frutos secos. Y un cuarto comensal se presentó al banquete: la típica cabra montesa, pirenaica, íbice ibérico, etc. cebada por los excursionistas y dispuesta a cobrarnos el peaje. Mientras la veíamos subir David nos contaba cómo una cabra, en Asturias, les hizo meterse en el coche; persiguiendo a su mujer alrededor de éste… No !!! No le dejaríamos amedrentarnos… Unos cuantos cantos bien lanzados, sin intención de dar, sólo para asustarle (no nos vengan a denunciar los amantes de la especie caprina) bastaron para alejarla o, al menos, retenerla al acecho mientras terminábamos de comer. Después bajaría hasta la mesa para dar cuenta de las migajas. Y es que no soy partidario de dar de comer a los animales salvajes. A las 15:00 reemprendimos la marcha.

Las rodillas me dolían miserablemente y a veces me hacían dar pasos en falso, pero nada grave. El único evento a señalar fue que en la bajada hacia la laguna nos desviamos un poco hacia la derecha y tuvimos que bajar por una canal bastante empinada. Probablemente podríamos haber seguido hasta alcanzar la cuerda de nuevo, pero era demasiado tarde para andar experimentando nuevas rutas. Teníamos que estar a las 19:00 en la Plataforma, así que fuimos a lo seguro.

El resto de la ruta continuó sin nada que señalar: desde el Canchal de la Galana seguimos los hitos hasta conectar con el camino de las Cinco Lagunas. Bajamos hasta el Gargantón (16:40 h), bordeamos el Risco Negro, llegamos al desagüe de la Laguna Grande (17:20 h), lo cruzamos y enlazamos con el Camino de la Laguna. Desde ahí hasta la Plataforma, donde llegamos a las 19:15 h., justamente 12 horas después de empezar la marcha. Aún nos dio tiempo a tomarnos una cerveza y charlar un poco con el Hombre de los Machos. Nos preguntó por el paso del cuchillar y nos felicitó por el ritmo de nuestra marcha: «pues parecía que acababais de empezar». Pero todo pasa factura, y llevo una semana recuperándome.

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