¿En qué momento sentimos que somos más nosotros mismos? ¿Cuándo se realiza y se afirma nuestra identidad de modo más profundo?
Por muy variadas que sean nuestras respuestas, con toda probabilidad todas ellas puedan resumirse en estas dos, que en el fondo son una: cuando amamos y cuando creamos, es decir, al dejar de hacer de nosotros mismos la razón de nuestra existencia. Cuando abandonamos la permanencia entendida como fijeza y permanecemos como el fuego: muriendo y recreándonos a cada instante, perdiéndonos para encontrarnos y encontrándonos al perdernos.
La permanencia estática es la de aquel que cree ser él mismo si es como fue ayer y sabe cómo será mañana, si es fiel a las imágenes y consignas mentales fijas que creen que le definen.
Mónica Cavallé, La sabiduría recobrada,
ed. Kairós, Barcelona, 2011, pág. 267.