La filosofía es el arte o la técnica de poner en discusión distintas ideas o conceptos (sobre las cosas, las personas, las situaciones…), ideas o conceptos que no por ser todas ellas verdaderas han de ser coherentes entre sí; de hecho históricamente la filosofía surge porque esas ideas no son compatibles y han de ser cribadas, criticadas.

Por lo demás, esto es algo que hacemos todas las personas, no es exclusivo de sabios ni mentes privilegiadas: cuando nos llega una nueva idea (argumento, etc.) se disparan las alarmas y desplegamos toda nuestra artillería de argumentos preparados para el tipo de idea en cuestión; rara es aquella idea que penetra nuestra línea defensiva.

Sin embargo, con esta actitud podemos perdernos multitud de matices de esas nuevas ideas que surgirían o se manifestarían si las dejáramos arraigar en nosotros. Esta metáfora de la jardinería es más fructífera que la militar. Podemos reformular el párrafo anterior del siguiente modo: cuando se nos plant(e)an nuevas ideas sacamos los aperos de limpieza y arrancamos esas «malas hierbas». Pero hay otro modo de enfrentarse a ellas: dejando que crezcan controladamente, podando aquí y allá… Quién sabe si entre las malas hierbas surge una bonita flor.

Cuando alguien nos sugiere algo, deberíamos tomarnos nuestro tiempo para estudiarlo, sin entrar rápidamente a denostarlo con argumentos preconcebidos. Esto ciertamente es difícil, no sólo porque no estamos acostumbrados a hacerlo, sino porque de hacerlo, el suelo ideológico (el conjunto de ideas), sobre el que nos apoyamos, muchas veces temblará, y cuando el suelo tiembla, sobreviene el vértigo.

Y es que, además, las fuentes de nuevas ideas, conceptos, argumentos, consejos, juicios, etc., están por todos los lados: en las personas cercanas (niños incluidos), en las canciones, novelas, películas, Twitter, blogs… Incluso en los reality shows. Sólo hace falta estar atentos y escuchar, y cuando algo nos llame la atención intentar retenerlo para analizarlo más tarde (apuntarlo, por ejemplo), si es que queremos continuar con lo que estábamos haciendo, porque también podemos sopesarlo en el momento, observarlo desde el mayor número de puntos de vista posible. Y sobre todo, cuando se trata de cuestiones prácticas, hay que ver cómo nos puede servir a nosotros, qué nos está diciendo de nuestra vida.

Hace tiempo vi en la televisión la película Di que sí, con Jim Carrey de protagonista, una divertida película sin grandes pretensiones filosóficas, aunque sí con cierta moraleja New Age («di que sí a la vida y la vida te sonreirá») que en cierto momento del film se trata de desmontar o, al menos, matizar, porque claro, la vida (de uno mismo) como tal es el conjunto de relaciones sociales y situaciones que se nos van planteando y no se puede decir que sí a todo, sino sólo a aquello que de verdad se sienta; pero si se siente, no hay que tener miedo, hay que decir sí. Esto por un lado. Por otro, en cierto momento, la protagonista le dice a Carrey: «La vida es un patio de recreo. Todos lo sabemos, pero en algún momento de nuestras vidas lo olvidamos». Bonita forma de decir que estamos en este mundo para pasárnoslo bien, para disfrutar. Sin embargo, es esta una sentencia que, como todas, habría que matizar, habría que estudiar, ponerla en relación con otras sentencias, pues así en abstracto no la podemos llevar a la práctica. Vendría a decir algo así como «haz todo aquello que te divierta». Bueno, sí, hazlo pero dentro de un orden, por ejemplo, no te diviertas maltratando al prójimo, no descuides tu situación económica o dejarás de disfrutar, no abuses de las drogas o también dejarás de disfrutar… Todo muy de sentido común. Menos de sentido común (y menos fácil) es entenderlo como «intenta disfrutar de todo aquello que hagas, aunque no sea divertido»: ¿el trabajo te aburre? cambia el foco; piensa, por ejemplo, en la labor social que supone ese trabajo, en las personas que usan lo que fabricas, o que usan tus servicios; si estás atendiendo a la gente puedes fijarte en sus caras e intentar adivinar cosas de ellos…

En fin, esto es sólo un ejemplo de cómo encontrar material de filosofía práctica en casi cualquier sitio. Sólo hemos de estar atentos a lo que nos dicen… Y, como dice mi mujer, «no sólo a lo que nos dicen, como si las ideas solo pudieran trasmitirse hablando; hay que estar atento con los cinco sentidos. Atención como actitud vital. No es sólo escuchar las ideas que nos cuenten otros, también hay que mirar lo que hacen, pues se suele aprender mucho más. Estar atento a los estímulos externos e internos nos vuelve mas creativos y convierte la vida en un espectáculo». Además, por otra parte, esto mismo es lo que nos pretenden decir, de un modo más místico y oscurantista, todos esos libros, revistas y conferencias sobre «Consciencia», «Apertura de la mente», «Mindfullness» y eslóganes por el estilo.

La filosofía o, al menos, el material para filosofar, está en todos los sitios (en los muros, en los anuncios, comics…). Podrá considerarse por los puristas «filosofía barata», pero al común de los mortales quizá le enseñe mucho más que la Crítica de la razón práctica, de Kant; igual que Frank de la Jungla enseña al común más zoología que los tochos de Darwin o Margulis. Qué le vamos a hacer.

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